Tras analizar la madurez y la ubicación de los huesos dentro de la cueva, los investigadores empezaron a ensamblar a DH7 y enseguida se percataron de que el fósil era especial. Algunos de los huesos de DH7 estaban articulados tal y como lo habrían estado en vida, una señal de que habían sido enterrados rodeados de su tejido blando original. Los restos estaban tan bien protegidos que la tibia izquierda de DHT aún conservaba ambos extremos, un hallazgo muy poco común.
Fotografía de la excavación con los restos del ‘Homo naledi’ DH7.
En homínidos jóvenes, entre ellos los humanos modernos, las terminaciones nudosas de las extremidades (epífisis) no se fusionan debidamente con la porción central de los huesos (diáfisis) hasta que el individuo ha terminado de crecer. Por consiguiente, los extremos de los huesos de las extremidades fosilizadas del juvenil suelen estar dispersos o ausentes.
«Se trata de un hallazgo increíble. Muchas veces, estas cosas no están dentro de un sistema de cuevas ni están protegidas del resto de los elementos, como el viento, la lluvia o las pisadas de la fauna africana», afirma Debra Bolter (derecha), autora principal del estudio y paleoantropóloga del Modesto Junior College en Modesto, California.
La juventud de los homínidos
¿Cuántos años tenía DH7? Por ahora, los investigadores no están seguros. Si el Homo naledi maduraba tan rápidamente como los homínidos anteriores, como el Homo erectus o el Australopithecus sediba, entonces DH7 habría fallecido entre los 8 y los 11 años. Si el Homo naledi maduraba más lentamente, como los humanos modernos y los neandertales, DH7 habría fallecido entre los 11 y los 15 años.
Los investigadores aún no cuentan con la información suficiente para establecer una distinción entre ambas posibilidades. La anatomía del Homo naledi es un mosaico de rasgos que se parecen tanto a los homínidos primitivos como a los más recientes. Los huesos curvados de las manos se parecen mucho a los de especies más antiguas que se desarrollan más deprisa, pero otras características —como los pies y los tobillos— se parecen mucho a las de los humanos modernos, que crecen más despacio.
Es más, partes diferentes del cuerpo del H. naledi podrían madurar a ritmos diferentes. Un estudio publicado en Science en 2017 demostró que los niños neandertales maduraban casi del mismo modo que los humanos modernos, pero sus columnas vertebrales crecían siguiendo un patrón distinto. «Fue una sorpresa, ¡no lo sabíamos! En el caso del ‘Homo naledi’ no lo ignoramos y ese sería un segundo paso de la investigación», afirma Antonio Rosas González (izquierda), autor principal del estudio de 2017 y paleoantropólogo del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid que no participó en el nuevo trabajo.
El revoltijo anatómico del Homo naledi se vuelve aún más desconcertante al ponderar su cerebro. Pese a sus muchos rasgos humanos, el tamaño de su cerebro era solo dos quintos del nuestro, lo que concuerda con los ancestros de los humanos más antiguos y primitivos.
«Mi primera reacción fue que, como el ‘Homo naledi’ se caracteriza por un tamaño cerebral mucho más pequeño que el del ‘Homo sapiens’, y que es más cercano al ‘Homo erectus’ o al ‘Australopithecus sediba’, así como por un tamaño corporal relativamente pequeño, sus patrones de maduración también se parecerían más a los de esas especies pese a las similitudes con el ‘Homo sapiens’», afirma Harvati-Papatheodorou.
Fragmento proximal con superficie metafisaria; b) epífisis de la cabeza femoral no fusionada.
Sin embargo, la organización cerebral del Homo naledi parece haber sido más compleja que la de los homínidos previos y presenta un mayor desarrollo en áreas que podrían estar vinculadas a la fabricación de herramientas. En la cámara Dinaledi también se han hallado otras señales de la inteligencia del Homo naledi. El equipo de Berger ha interpretado los fósiles como un indicio de que este homínido podría haber enterrado a sus muertos de forma deliberada, idea que dio lugar a un acalorado debate cuando el equipo desveló su descubrimiento en 2015.
Normalmente, los cerebros pequeños se corresponden con desarrollos más rápidos. Pero con sus rasgos humanos y un cerebro complejo, es posible que el Homo naledi fuera la excepción a dicha tendencia. «Empiezas a ver que quizá el ‘Homo naledi’ rompiera las reglas», afirma Berger.
Un hueso de la mandíbula inferior derecha forma parte de un raro esqueleto juvenil del homínido Homo naledi. Fotografía de Marina Elliot. Instituto de Estudios Evolutivos de la Universidad de Witwatersrand.
Para poder medir el ritmo de desarrollo de este homínidohabrá que averiguar cuántos años tenía DH7 cuando murió. Por suerte, el equipo de investigación tiene el material que necesitan para averiguar la edad exacta de DH7: sus dientes.
Conforme se desarrollan, los dientes acumulan esmalte día tras día y dejan en la estructura líneas tenues que se parecen a los anillos de los árboles. Si cuentan estas líneas en algunos de los molares de DH7, los investigadores podrían determinar su edad, pero hacerlo tiene sus costes. O los investigadores cortan y destruyen parte de los dientes de DH7 o someten los dientes a unos potentes rayos X capaces de destruir cualquier proteína preservada que podría revelar la relación del Homo naledi con otros homínidos, nosotros incluidos.
«Tenemos que ser minuciosos para que lo que hagamos con una pieza no eche a perder un intento de obtener otro tipo de datos», afirma Bolter.
Fuentes: nationalgeographic.com.es | 2 de abril de 2020
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