Para los antiguos egipcios, que creían que el cuerpo debía permanecer intacto para albergar el alma en la vida eterna, el embalsamamiento era una mezcla de un rito sagrado y un procedimiento médico. El proceso era un ritual planeado de forma muy minuciosa, con ritos y oraciones específicos realizados en los 70 días que se tardaban en convertir a una persona fallecida en una momia.
Recipientes ‘canopos’ hallados en la sala de embalsamamiento.
En primer lugar, se retiraban los órganos internos y se colocaban en recipientes que los arqueólogos denominan canopos. A continuación, secaban el cuerpo con sales especiales como natrón. Después ungían al difunto con aceites aromáticos y lo envolvían en vendas de lino. Entre los pliegues de la tela introducían amuletos y hechizos. Finalmente, sepultaban a la momia en una tumba llena de provisiones para el más allá, tan lujosas como pudiera permitirse el difunto.
Un sacerdote llamado Ayput fue enterrado en un sarcófago de piedra tallado en forma de humano, un estilo denominado antropoide. El vendaje de la momia estaba cubierto de brea o resina, que le proporcionan este color oscuro. FOTOGRAFÍA DE PIERS LEIGH, NATIONAL GEOGRAPHIC.
Cuidados (y beneficios) perpetuos
Aunque los faraones y la élite egipcia eran momificados y enterrados en ataúdes con decoraciones elaboradas y tumbas espaciosas con ajuares funerarios, la investigación de Hussein pone de manifiesto que los sepultureros de la antigüedad ofrecían paquetes con descuento para cada bolsillo. En la jerga empresarial actual, estaban integrados verticalmente, ya que ofrecían varios servicios (como la evisceración de los cadáveres, entierros o el cuidado y mantenimiento de las almas de los difuntos) a cambio de un precio, por supuesto.
Solo a unos pasos del taller de momificación de Saqqara, los arqueólogos descubrieron un segundo pozo que descendía hasta un complejo de seis tumbas. Dentro de esas tumbas había más de 50 momias.
Un modelo digital creado con un escáner 3D revela el pozo principal que conduce hasta un complejo de cámaras funerarias. Las tumbas más prestigiosas estaban ubicadas en la parte más profunda, que estaba más cerca del inframundo. FOTOGRAFÍA DE SHADOW INDUSTRIES, NATIONAL GEOGRAPHIC.
Los obreros usan un cabrestante con manivela para bajar las herramientas al taller de momias y las tumbas a 30 metros de profundidad. El complejo funerario se encontraba en una ubicación privilegiada en Saqqara, ya que se veía la pirámide escalonada de Zoser, uno de los monumentos más antiguos y sagrados de Egipto. FOTOGRAFÍA DE PIERS LEIGH, NATIONAL GEOGRAPHIC.
Las tumbas del fondo del pozo (a casi 30 metros bajo la superficie, donde los espacios son más caros por su proximidad al inframundo) eran particularmente elaboradas y caras. Había una mujer sepultada dentro de un sarcófago de piedra caliza que pesaba siete toneladas y media. En una cámara cercana había una mujer con la cara cubierta con una máscara de plata y oro, la primera máscara de este tipo hallada en Egipto en más de medio siglo (izquierda).
Para llegar al taller de momificación y las cámaras funerarias, los arqueólogos tuvieron que retirar 42 toneladas de arena y escombros de este pozo vertical de 30 metros excavado en el lecho de roca arenisca. FOTOGRAFÍA DE WILL CHURCHILL, NATIONAL GEOGRAPHIC
El complejo también albergaba a egipcios de clase media y clase trabajadora enterrados en ataúdes de madera sencillos o simplemente envueltos en lino y colocados en fosos de arena.
Mediante herramientas de cartografía tridimensional, Hussein pudo recomponer la disposición de las tumbas. Sus hallazgos confirman que los documentos en papiro hallados en Saqqara hace más de un siglo sugieren que los embalsamadores emprendedores acumulaban decenas de cadáveres en el pozo y después recogían el pago o intercambiaban parcelas de tierra a cambio del mantenimiento espiritual de cada momia.
La sociedad del antiguo Egipto incluía a toda una clase de sacerdotes dedicados a cuidar de los espíritus de los difuntos. Las tareas de su oficio incluían mantener las tumbas y rezar por los fallecidos que albergaban. Algunos tenían decenas de tumbas con cientos de momias en cada una.
«La gente debía llevar ofrendas semanales a los muertos para mantenerlos con vida. Los muertos son dinero. Eso es lo básico», explica Koen Donker van Heel (izquierda), egiptólogo de la Universidad de Leiden que ha pasado años estudiando los contratos legales que firmaban los sacerdotes con las familias de los difuntos.
Por primera vez, las evidencias arqueológicas confirman lo que hasta ahora se había deducido de las inscripciones y los documentos legales de hace milenios. Estos datos hacen que la excavación de Saqqara sea especial. Forma parte de un giro en la egiptología: los investigadores están analizando más los detalles que esclarecen las vidas de los egipcios comunes en lugar de centrarse en las tumbas más lujosas.
«Ramadan está consiguiendo muchísima información que se había perdido en el pasado. Había toda una infraestructura en la superficie que se retiró sin documentarse», afirma Raue, el conservador de Leipzig.
Los arqueólogos Maysa Rabeeh (izq.) y Mohammed Refaat (dcha.) examinan el ataúd de madera deteriorado de un sacerdote llamado Ayawet a quien enterraron con los brazos cruzados, una posición divina que normalmente se reservaba a los faraones. FOTOGRAFÍA DE PIERS LEIGH, NATIONAL GEOGRAPHIC.
Eso quiere decir que el futuro nos depara muchos más descubrimientos como este si los excavadores tienen la paciencia suficiente para buscarlos. Mientras escrutaba informes de excavaciones pasadas, Hussein se percató de que el pozo que llevaba al taller de momificación estaba ubicado a menos de un metro de donde los excavadores franceses y egipcios dejaron de buscar en 1899. La arena había ocultado la cámara y su contenido.
«Quizá tengamos que volver a los sitios explorados en el siglo XIX y a principios del siglo XX y volver a excavarlos», señala Hussein.
La paleorradióloga Sahar Saleem (entre los dos técnicos) usa una unidad de rayos X para revelar los secretos que oculta el vendaje del sacerdote momificado Ayput. Su nombre es masculino, pero el tamaño y la forma de la pelvis de la momia, así como la redondez de su cráneo, sugieren a Saleem que el sacerdote podría ser en realidad una sacerdotisa. FOTOGRAFÍA DE BARNEY ROWE, NATIONAL GEOGRAPHIC.
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